martes, 12 de mayo de 2009




6 comentarios:

  1. Los libros expuestos en este blog pueden ser adquiridos en Librería Nagual de Capilla del Monte o efectuando pedido a institutothales@hotmail.com

    Mgter. Leopoldo Buderacky
    Antropólogo-Investigador

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  2. UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

    FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES

    DOCTORADO EN CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS


    PLAN DE INVESTIGACIÓN

    (Mgter. Leopoldo M. Buderacky)

    La construcción del sujeto, las concepciones del yo y la problemática de la identidad personal reconocen, desde la Antropología, una tradición teórica y práctica que bien puede remontarse hasta los orígenes mismos de nuestra disciplina. Dichos “modelos ideales”, fundamentos de “Tipos Ideales” puros, podrían sintetizarse, grosso modo, y en el tiempo, en tres posturas hegemónicas propias de contextos históricos y geográficos puntuales, a saber:
    a- El Modelo Providencial, o Esencial, cuyos postulados tuvieron potente vigencia hasta el siglo XVIII y que “se podría enunciar diciendo que uno es aquello que estaba predestinado a ser por la Divina Providencia, por el destino, por el azar...por los espíritus, por los hongos o por otras fuerzas sobrehumanas” (Prat, J.: 2007: 31).
    b- El Modelo Individualista, Romántico o Ficcional, fraguado desde fines del siglo XVIII hasta bien adentrado el siglo XIX, que ha respondido a la concepción voluntarista de un hombre dueño de su propio destino, “según la cual uno es aquello que desea (y que puede) ser” (Prat, J.: 2007: 32) y,
    c- El Modelo Sociocontextual, o Constructivista, directamente hegemónico en las Ciencias Sociales en los siglos XIX e inicios del siglo XX, cuyo enunciado pragmático (e interpretativamente materialista) es aquí: “uno es aquello que le ha tocado ser” en función del “contexto socioeconómico en el que ha nacido” (Prat, J.: 2007: 33).

    Sin embargo, a pesar de estos énfasis, concuerdo con Joan Prat al advertir que, tanto como opciones teóricas, cuanto como conciencia o autoconciencia sobre la Identidad, estos “modelos” no debieran ser vistos “como compartimientos estancos” sino combinándose “en los diversos grados que marca el vaivén de la vida misma, con sus sentidos y sin-sentidos, siempre más rica que nuestras tipologías y teorías” (Prat, J.: 2007: 288 y 293).

    Veamos, pues, esta posibilidad teórico-metodológica en los términos concretos de mi Plan de Investigación:
    CONTINUARÁ...

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  3. En Bajo el Cerro Uritorco: Cosmos, Lógica y Sentido, mi tesis de Maestría en Antropología, he podido dar cuenta de un vasto corpus de representaciones simbólicas y de originales prácticas religiosas que, teniendo como contexto sociocultural a Capilla del Monte (provincia de Córdoba, República Argentina) y a su área de influencia, han dado lugar, en el transcurso de los últimos veintitrés años, al asentamiento de individuos, familias e, incluso, algunas comunidades 1. Muchos, atraídos por una “novedosa” forma de vida y por una comunión considerada “diferente” con el mundo, que ellos mismos han definido -y que ha sido interpretado filosóficamente- como de “búsqueda” (Eliade, M., 1971) continúan, aún, generando un impacto social, cultural y económico de importante trascendencia.
    El desarrollo de mi abordaje, implicó analítica y observacionalmente un conjunto social al que, desde mis decisiones muestrales, oportunamente consideré representativo de esas prácticas, lógicas y sentidos: el Grupo Cosmosófico UKSIM. Llegué a colegir que los significados que UKSIM atribuía a la cotidianidad de sus interacciones no eran universales sino que, por el contrario, aparecían asociados “indexalicamente”, esto es, vinculados al ya mencionado contexto particular de su misma producción. De allí el peso propio de la macro y de la microestructura social sobre los comportamientos de sus miembros. Esta particularidad me permitió pensarlos, de algún modo, constreñidos no solo a sus socializaciones individuales (posibilidad teórica que, como expresión de la “complicidad ontológica” entre un “habitus” mancomunante y el mundo social dejara abierta mi investigación) sino al mismo contexto grupal en el que se desarrollaban, a sus requerimientos psicológicos pero también a los situacionales (Bourdieu, P., 1987: 24; en: Ludueña, G., 2002: 369). En el primer caso, inferí, conformando y manteniendo ese orden simbólico concreto a partir de las presunciones y/o representaciones de su existencia desarrolladas por aquellos que a él adscribían. En el último, permitiendo interpretar su propia estructura de significaciones como un producto secundario de los microprocesos de interacciones desarrollados en un espacio singularísimo: su “Cosmosterio” de Sierra del Cielo. Este enclave particular articulaba un orden negociado y consensuado fundamentalmente a través del lenguaje y su capacidad de “descarga óntica” (Bruner, J., 2001: 127, 128 y 137). Lo hacía, además, a partir de una “asociación isomórfica” (Ludueña, G., 2002: 371), mecanismo interactivamente creativo que se objetivaba limitando y constriñendo las interacciones y el accionar del conjunto de los implicados en él.
    CONTINUARÁ

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  4. Esto no desmerecía que tal orden fuera, de acuerdo a mis observaciones, resultado de la propia red de posiciones en su espacio grupal, sujeto siempre a la fuerza de sus normas propias y como objeto de las expectativas de los que al mismo se sujetaban.
    Si algo pudo haber dejado al descubierto aquel, mi trabajo, independientemente de la relación macro-microsocial ya apuntada, es que los miembros del Grupo, como individuos sociales que eran, necesitaban asignar sentido a su cotidianidad. Y que lo conseguían suponiendo, como realmente consideré lo hacían, que existía una identidad de experiencias. En este sentido, mi investigación exhumó empíricamente el hecho etnometodológico de que la realidad social de mi unidad de análisis (el Grupo en ciernes), como institución y como un sistema de creencias organizado, así como la de Sierra del Cielo como la expresión tangible de su “comunitas” (Turner, V.; en: Bohanan, P. y Glazer, M.:1993), solo podía “ser mantenida como tal, es decir como realidad, en tanto y en cuanto no se quiebren profundamente las presunciones...de su existencia y de la normalidad de tal existencia” (Lista, C., 2000: 234).
    No resultaron menores, por tanto, los impedimentos metodológicos con los que mis indagaciones tropezaron a la hora de dar cuenta de las realidades de este tipo, limitaciones que aparecieron en tanto y en cuanto no se hiciera uso -como lo hice- de la estrategia metodológica del “breaching” (ruptura), interrumpiendo conciente y deliberadamente el curso normal del juego de algunas de las interacciones en aquel “cultual” contexto (Garfinkel, H., 1974: 44 y Vallet, O.; 2003).
    De modo que, un estudio como el por mí desarrollado puede -así lo considero- haber adquirido “cierta” relevancia. No solamente por lo que pudo aportarnos sobre la sociedad y, en este caso, sobre el propio Grupo UKSIM, sino, además, por todo aquello que NO PUDO DECIRNOS, esto es, aquel nivel profundo de una realidad más honda a la que, allende el empeño de nuestras más sólidas construcciones teóricas, analíticamente nunca se accede, ni probablemente se accederá.
    Porque la religión UKSIM, seguramente como toda religión, se me mostró como experiencia (Taylor, C., 2004: 39 y 59), y porque el sentido de su cotidianidad observé se fundaba en una identidad experiencial “normalizada” desde sus discursos y desde sus prácticas. Dicha identidad, como un reflejo difuso del orden social en el que anclaba sutil y solapadamente, era la que permitía a sus adeptos vivir “un mundo como si fuera real, no en un mundo real” (Lista, C., 2000: 234). Y esto me pareció válido, al menos así lo considero in pectore, para el análisis de toda práctica religante.
    Sin embargo, mi investigación fue operada, lo repito, en términos de “grupo”, de “conjunto”, de “arbitrario social”. Además, debo reconocerlo, dejó explícitamente abierta la posibilidad de aquella mencionada combinación tipológica, en tanto y en cuanto mis fundamentos metodológicos y teóricos tuvieron su anclaje en marcos sociocontextuales precisos.

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  5. Por todo ello, mi Plan Doctoral de Investigación supone la genuina inquietud intelectual y humana, justamente, de indagar, nuevamente en Capilla del Monte, y a nivel de existencias individuales concretas, la articulación -en tanto la hubiera- entre los modelos hegemónicos citados o, al menos, dejar abiertas instancias, interrogantes y problemáticas de análisis que puedan ampliar el rango de nuestras aproximaciones antropológicas, en particular desde la Antropología de la Religión.
    Mi trabajo proyecta constituirse tan sólo en “una aproximación, un intento (...) claramente no definitivo, que siempre está en marcha” y que -por más que cueste expresarlo- “no concluirá nunca” (Gadamer, H., 1981: 75). Buscará, pues, aportar al conocimiento, pero de ninguna manera pretende transformarse en conocimiento objetivo, universal e indubitable.
    Proyecto hacerlo desde unidades de análisis y de observación que resulten operadas teniendo como sujetos de estudio a quienes, en términos de muestrales, considere tipos representativos de aquello que podría considerarse como “Buscadores de la Verdad”, individuos religiosos puntuales, inductivamente considerados e indagados desde sus propias Biografías 2.

    Para ello, constituyen pasos inmediatos en mi planificación:


    a- Determinación del o de los universos de análisis.
    b- Encuadre y fundamentación teórico-metodológica de mis decisiones muestrales.
    c- Elección de los instrumentos metodológicos propicios para mi abordaje.
    d- El inicio y desarrollo de mi trabajo de campo.
    e- La construcción de los datos y su interpretación, animándolos por la producción de una “descripción densa” del problema que, de la mano de mi propio ejercicio reflexivo, dé sentido a su reconstrucción y a su problematización.
    f- La codificación de la información obtenida (reduciendo, categorizando, clarificando, sintetizando y comparando).
    g- La presentación de la información en forma sistemática (a los fines de visualizar las relaciones más importantes entre las categorías construidas).
    h- La elaboración de una narración coherente desde sus matices, articulaciones, relaciones causales o influencias, intentando regular lo “adecuado de lo inadecuado” en una “fusión de horizontes” que, sin “zafarse” de aquello marcado por el “consenso académico establecido”, procure, en cambio, aproximarse a sus límites (Gadamer, H., 1991: 375-377 y Heller, A., 1988: 65; negritas son mías).

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  6. Estoy realizando una investigación para el Instituto de Culturas Aborígenes. ¿Podría facilitarme el libro digitalizado?
    Desde ya muchas gracias.

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